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Te enfrentas a la pantalla en blanco y sobre la mesa palpitan demasiadas noticias tentadoras. Vivimos en un mundo raro, en un país cada vez más extraño y hasta me cuesta ponerme de acuerdo muchas veces conmigo mismo. Pero de algo hay que escribir y tengo en una esquina los sueldos de los directivos y consejeros de las empresas que llenan el IBEX 35 y que rondan, al parecer, el millón de euros. Y las pensiones congeladas de miedo y de frío. Y los ERE en aumento, incluso los legales. Y el paro subiendo camino de los malditos cinco millones. Me digo que juntar estas cosas es demagogia fácil, pero son datos y uno tiene sus dudas de que alguien sea tan necesario como para ganar un millón de euros; tal vez un medico que sustituye un corazón roto por otro nuevo y es casi Dios en ese momento. Pero estos médicos son sólo funcionarios de la sanidad pública y se han visto afectados por el recorte salarial.
En otra esquina de la mesa está esa ley de Igualdad de Trato que ya es polémica y que te puede meter en un lío si pones un anuncio pidiendo para tu empresa "un programador"; tienes que poner "un programador o programadora" y lo que digo no es una exageración, que ya ha sido advertido el representante legal de una empresa andaluza por semejante delito. Nos dijo la triple ministra (Sanidad, Política Social e igualdad) que el objetivo de la nueva Ley Integral era que "nadie pueda sentirse humillado por razones de nacimiento, raza, sexo, convicción, discapacidad, edad, religión, identidad sexual o enfermedad". Cuántas cosas le podría decir a la ministra sobre uno de estos aspectos, el de la discapacidad del que algo sé; lo malo es que la humillación se vive muy especialmente en las instituciones administrativas, empezando por las valoraciones municipales y terminando en los juzgados después de hacer parada en los ambulatorios y la inspección médica. Pero esto es predicar en el desierto. La realidad cotidiana importa siempre mucho menos que la elocuencia de un título y una vez aprobada la grandiosa "Ley Integral de Igualdad de Trato y No Discriminación" tendremos que seguir discutiendo con el inspector de turno sobre el numero de "pises" que se hacen nuestros hijos para que nos aprueben unos poco de pañales más.
Y casi perdida en medio del gran desorden, entre la posible intervención humanitaria de la OTAN en Libia (ay, cuánta humanidad provocan unos pozos de petróleo) y los increíbles 110 km/h, en el rincón más humilde de la mesa, una cifra aislada: 925 millones de personas pasan hambre en el mundo según la FAO. Y encima, contentos porque la cifra ha bajado respecto al año anterior en que se superaban los 1.000 millones de hambrientos. Lo dicho: vivimos en un mundo raro, ciertamente injusto y en el que ser optimista, aunque sea un rato, requiere demasiada confianza en el futuro.